En los años veinte, el investigador Raimundo Lopes, excavó en las inmediaciones del lago Pensiva (Brasil) antes conocido como Maracu, donde encontró astilleros de madera petrificada de origen fenicio, con gran variedad de herramientas y clavijas de bronce.
Un poco lejos de la confluencia de los ríos Longa y Parnaíba, en el Estado de Oaxaca, hay un lago donde se descubrieron otros astilleros fenicios y un puerto con un lugar reservado para el montaje de los "Carpássios" (antiguos buques diseñados para realizar largos trayectos).
Extrañas construcciones se sitúan en Niteroi, Campos y Tijuca, que han sugerido a distintos investigadores que los fenicios se establecieron realmente allí, así como en otros muchos lugares de Brasil, como por ejemplo en una isla de la costa de Paraíba, otro Estado de Brasil, alejada de Río, donde fueron localizadas piedras ciclópeas y ruinas de una antigua fortificación con habitaciones enormes y extensos corredores y pasillos, que en ningún caso pudieron ser construidos por los miembros de las tribus locales.
Robert Frank Marx, un arqueólogo americano interesado en encontrar pruebas sobre antiguos navegantes precolombinos en Brasil, comenzó en octubre de 1.982 una serie de inmersiones en la bahía de Guanabara, frente a las costas de Río de Janeiro. Quería encontrar un barco fenicio hundido que probara definitivamente que la costa de Brasil fue visitada en tiempos remotos por civilizaciones orientales procedentes de África y Europa. Aunque no logró encontrar el ansiado navío en las profundidades de la bahía carioca, si que localizó varias piezas de cerámica, entre las que destacaban tres grandes jarrones con una clara influencia fenicia.
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