
El lugar en el que se construyó el santuario de Artemisa había sido ya objeto de veneración por las poblaciones locales que practicaban allí el culto a la Gran Madre.
La construcción del edificio - en mármol blanco- requirió 120 años. El templo fue diseñado por un arquitecto griego de la ciudad cretense de Cnosos; la construcción continuó alrededor del año 550 a. C. a expensas de Creso, el poderoso rey de Lidia. Fue terminado por Metágenes, con ayuda del arquitecto Teodoro. Se eligió un terreno rocoso como precaución frente a terremotos. El templo se convirtió en atracción turística, visitado por mercaderes, reyes y viajeros, que pagaban tributo a Artemisa en forma de joyas y otros bienes. Su esplendor también atrajo adoradores que formaron el culto de Artemisa.
El templo era respetado como lugar de refugio, tradición que se trasladó al mito con las amazonas que se refugiaron allí tanto de Hércules como de Dioniso.
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